Palabras de espiritualidad

La oración y el ritmo de nuestra vida cotidiana

    • Foto: Andrei Agache

      Foto: Andrei Agache

Pareciera que fue para esta vida “moderna” que Dios nos dejó la oración: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”.

Padre, ¿cómo podemos recibir el don de la “Oración de Jesús” en las condiciones actuales de vida, sabiendo que tanta agitación provoca que los cristianos de hoy se distraigan mucho más que los de antes, lo cual dificulta enormemente la concentración de la mente y el ensimismamiento?

—Pareciera que fue para esta vida “moderna” que Dios nos dejó la oración: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”. Si no podemos recitarla por completo, al menos podemos repetir: “¡Jesús, ten piedad de mí!”.

No importa lo que estemos haciendo —sea que nos encontremos estudiando en la universidad, o trabajando en el taller o en la fábrica, o caminando, o conversando con alguien—, en cualquier momento podemos repetirla, con la mayor frecuencia posible: “¡Jesús, ten piedad de mí!”. Esta oración contiene dos partes esenciales. Por una parte, “Jesús” resume la culminación de nuestra vida cristiana: Dios con todo Su Reino. Y el “ten piedad de mí” expresa nuestro estado de pecadores, de miseria y necesidad, en el cual nos hallamos a menudo. Acostumbrémonos a repetir, al menos, estas breves palabras. No obstante, es mucho mejor practicarla en su forma íntegra.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan,  Ne vorbește Părintele Sofian (Boghiu)vol. I, Ed. Episcopiei Romanului, 1997, pp. 54-55)