Así como socorremos a los que están presos, llevándoles agua fresca, etc., cuando nos recordamos de nuestros difuntos, los ayudamos con nuestras oraciones y la caridad que hacemos en nombre de sus almas. Las oraciones de los fieles por aquellos que ya están reposando, junto a los oficios litúrgicos específicos para ese mismo propósito, son la última oportunidad que Dios le da a los difuntos de ser auxiliados antes del Juicio Final. Después, ya nada podrá ayudarlos.

Dios quiere ayudar a los difuntos, porque sufre si se pierden. Pero no hace esto por simple nobleza. Él no quiere que el maligno se sienta con derecho de decir, “¿Cómo pretendes salvar a éste, si no se esforzó?”. Y, al orar por los reposados, le damos derecho a Dios a intervenir. Él se conmueve más si le pedimos por los difuntos, que si le pedimos por los que aún están vivos.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovniceşti, Volumul IV - Viața de familie, Editura Evanghelismos, București, 2003, p. 298)