La oración y la gratitud del enfermo
Esto fue lo que hicieron los santos mártires al cargar con su cruz; así fue como los ascetas se santificaron, y también lo que los buenos cristianos, especialmente los enfermos, han hecho desde siempre, demostrando su sólida fe en Cristo.
Para el hombre que padece de alguna enfermedad, la noche es tan larga como un año entero… Ni puede comer, mucho menos sentir la alegría del mundo que le rodea. El desdichado carga una cruz muy pesada. Por eso, ¡dichoso de aquel que pueda soportar la enfermedad como Job, porque grande será su recompensa! La cruz del enfermo hace que tanto su cuerpo como su alma se humillen. Por eso, al enfermo no se le pide que ayune como los demás, ni que haga postraciones. Lo único que se espera de él es, según sostiene San Efrén el Sirio, oración y gratitud.
El enfermo debe orar incesantemente a Dios, hasta su último aliento, de acuerdo a sus propias posibilidades. Además, debe agradecerle a Dios por la enfermedad o cruz que ha recibido, y así se hará merecedor de la corona del martirio. En verdad, esto fue lo que hicieron los santos mártires al cargar con su cruz; así fue como los ascetas se santificaron, y también lo que los buenos cristianos, especialmente los enfermos, han hecho desde siempre, demostrando su sólida fe en Cristo.
(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Îndrumări duhovnicești pentru vremelnicie și veșnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 58)