La oveja perdida
“En el Cielo hay más alegría por un pecador que se arrepiente”, noten con atención, “que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse” (Lucas 15, 7). Siento escalofríos cada vez que recuerdo esas palabras. Así veía el Señor Jesucristo, con bondad, a los pecadores. No por ser pecadores, sino precisamente porque podrían dejar de serlo y volver a Dios.
La parábola de la oveja perdida... ¿Qué nos dice esta parábola?
Si uno que es pastor, pastor de ovejas, pierde una de un ciento, deja las otras noventa y nueve, y sale en búsqueda de esa que se perdió. Y, cuando la encuentra, estén atentos, “se alegra mucho y, poniéndosela sobre sus hombros, la lleva adonde está el resto de la manada”. San Juan Crisóstomo observa que el pastor no se la lleva con fuerza, no la hostiga con su bastón, sino que se la pone en hombros y se la lleva con la manada. Y, luego, le dice a los vecinos y amigos, “Alégrense conmigo, porque encontré a mi oveja perdida”. Posteriormente se nos plantea una conclusión, que si fuera la única que existiera en los Evangelios, todos los conocerían perfectamente, esa que dice, “La alegría que hay en el cielo por un pecador que se arrepiente —estén atentos otra vez— es más grande que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepantirse” (Lucas 15, 7). Me parece sentir escalofríos cuando pienso en estas palabras. Así veía nuestro Señor Jesucristo, con bondad, a los pecadores. No porque son pecadores, sino porque podrían dejar de serlo y volverse a Dios.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 100)