La paz es un don eterno
No caigas en la enemistad con nadie ni permitas que el odio entre en tu corazón. Tampoco odies al que odia a los otros. En esto consiste la paz.
Dar la vida por tu semejante consiste en esto: en asumir tus propios pecados y en no fijarte si el otro es bueno o es malo. En no herir a nadie, en no pensar mal de nadie con tu corazón, en no despreciar al que te ofende, en no confiar en quien es injusto con su hermano, y en no alegrarte con el que le hace el mal a otro. En esto consiste dar la vida por tu semejante. Por eso, no te burles de nadie; más bien, di esto en tu interior: “¡Dios conoce a cada quien!”.
No participes de las murmuraciones en contra de los demás, ni sientas agrado cuando alguien difame a su semejante. Pero tampoco odies al que murmura. Esto es no juzgar a los demás. No caigas en la enemistad con nadie ni permitas que el odio entre en tu corazón. Tampoco odies al que odia a los otros. En esto consiste la paz. Acuérdate de estas palabras: “El enfado es temporal, pero la paz es eterna”.
Y es que nuestro Señor Mismo dijo: "La paz os dejo, Mi paz os doy; no como el mundo la da, os la doy Yo. No estéis angustiados ni tengáis miedo” (Juan 14, 27). (Abbá Moisés de Etiopía)