La pedagogía de nuestro Señor
No le temes a Dios y por eso te domina el miedo a las pruebas. No lloras por tus pecados, por eso tu alma se hace pequeña. No tienes “un corazón contrito y humilde” (Salmos 50, 19), por eso no eres capaz de enfrentar las tentaciones con valentía.
Tú, ante el menor problema te perturbas, pierdes la esperanza, te enfadas, sientes que tu fe se debilita. Pero aquellos que fueron santos y agradables a Dios, soportaron todo sin tan siquiera murmurar. Piénsalo bien: tú, que cada día pecas y entristeces a Dios, sufres lo indecible aún por un pequeño contratiempo.
Perseguidos, torturados, oprimidos, los santos “salieron del tribunal muy contentos por haber sido dignos de ser ultrajados por tal Nombre” (Hechos 5, 41). Tú, que te regocijas en tu bienestar, te entristeces y desesperas ante la más pequeña prueba pedagógica de Dios. ¡Ciertamente, qué lejos estás de Él!
No le temes a Dios y por eso te domina el miedo a las pruebas. No lloras por tus pecados, por eso tu alma se hace pequeña. No tienes “un corazón contrito y humilde” (Salmos 50, 19), por eso no eres capaz de enfrentar las tentaciones con valentía. Quien le teme a Dios, quien llora por sus propias faltas, quien se humilla, nunca le teme a las pruebas. Al contrario, fortalecido por la Gracia de Dios, lucha y vence, esperando que se realicen Sus palabras: “El vencedor heredará estas cosas; Yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los homicidas, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el estanque ardiente de fuego y de azufre: ésta es la segunda muerte” (Apocalipsis 21, 7-8).
(Traducido de: Sfântul Dimitrie al Rostovului, Abecedar duhovnicesc, Editura Egumenița, p. 78-79)