La perfección que alcanzamos en nuestra lucha invisible
Habiéndonos purificado, no olvidemos nuestra debilidad, ni el poder de Aquel que nos ha ayudado.
Podría decirse que hay cinco motivos por los cuales nos encomendamos a Dios para que permita que tengamos que luchar contra los demonios.
El primero de esos motivos es para que, al dársenos esta lucha y nosotros librarla, podamos elegir entre la virtud y el mal.
El segundo consiste en que, luchando, podamos alcanzar la virtud en su mejor expresión.
La tercera razón es para que, creciendo en la virtud, dejemos de pensar con altivez, sino que aprendamos a tener una mente humilde.
El cuarto motivo tiene como propósito que, después de haber gustado del mal, aprendamos a odiarlo con más fuerza.
Y el quinto es que, después de todo esto, habiéndonos purificado, no olvidemos nuestra debilidad, ni el poder de Aquel que nos ha ayudado.
(Traducido de: Sfântul Maxim Mărturisitorul, în Filocalia de la Prodromu, vol. I, Suta a doua din capetele cele pentru dragoste, Editura Universalia, 2001, p. 315)