La pesadumbre es obra del maligno. ¿Cómo escapar de ella?
Tranquilízate y quítale toda importancia a tus pensamientos. Eres sensible. Es por eso que el demonio explota tu sensibilidad, induciéndote a examinar todo con exagerada minuciosidad. Y con esto no haces sino atormentarte inútilmente. Debes saber que el maligno, si no consigue llevar al hombre a la desesperanza, para que se suicide, intenta, al menos, perturbarlo e incapacitarlo. Y si tampoco consigue esto, se contenta con sumergirlo en la melancolía.
Padre, ¿por qué es fácil tener pensamientos blasfemos cuando nos llena la pesadumbre?
‒ Te lo voy a explicar. Cuando el maligno te ve triste, se aprovecha de la situación y te ofrece un “bombón” mundano, un pensamiento pecaminoso. Si caes una vez, te llevará a una tristeza mayor y, cuando sientas, no te quedarán ya fuerzas para oponerte. Por eso, no debes permanecer nunca en ese estado de congoja, sino trabajar en algo espiritual, algo que te ayude a salir de aquel estado.
Es que me atormentan muchos pensamientos...
‒ Cuidado, que es el demonio quien te los manda. Tranquilízate y quítale toda importancia a tus pensamientos. Eres sensible. Es por eso que el maligno explota tu sensibilidad, induciéndote a examinar todo con exagerada minuciosidad. Y con esto no haces sino atormentarte inútilmente. Puede tratarse de pensamientos blasfemos, talvez sobre tu propia madre superiora o sobre mí mismo. No les des importancia. Si das importancia a esta clase de pensamientos, no sólo te atormentarán, sino que pueden llegar a desmoronarte. Necesitarás practicar, entonces, una sabia indiferencia. El demonio suele atormentar con pensamientos sucios a quienes son devotos y sensibles. Les exagera sus faltas, con tal de apesadumbrarlos. Y si no consigue llevar al hombre a la desesperanza, para que se suicide, intenta, al menos, perturbarlo e incapacitarlo. Y si tampoco consigue esto, se contenta con sumergirlo en la melancolía.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul III. Nevoință duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a II-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 37-38)