Palabras de espiritualidad

La preocupación constante por las cosas de este mundo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

La preocupación por las cosas del mundo es contraria a la vida espiritual y nos aparta de Dios.

El espíritu de la preocupación por muchas cosas, dicen los Santos Padres, es señal de sufrir de (la pasión del) materialismo, que es como un pegamento que nos mantiene adheridos a lo que pertenece este mundo. Este espíritu de preocupación se halla estrechamente vinculado y secunda al de la dejadez. Ciertamente, descuidando todo lo atinente al alma, el hombre busca una falsa realización, desgastándose en las cosas exteriores y en distintas preocupaciones, como en lo que habrá de depararle el futuro, o en cómo agenciarse de más cosas agradables y librarse de las que le provocan dolor. Como dice San Máximo el Confesor, la búsqueda del placer y de la forma de evitar el dolor es la principal preocupación del esclavo de las pasiones. Al rico del Evangelio, que pensaba en cómo asegurarse más provisiones, teniendo ya sus graneros llenos, el Señor lo llama “necio” (Lucas 12, 20). También Él nos exhorta. “Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones (...) por las preocupacines de la vida (Lucas 21, 34).

Al dispersarnos en lo superficial, la preocupación por las cosas del mundo es contraria a la vida espiritual y nos aparta de Dios. Él es Unidad perfecta, y el hombre no puede unírsele si antes no rehace su propia unidad espiritual, volviendo a sí mismo por medio de la contrición y entrando en su recámara más recóndita con la oración. Porque “el Reino de Dios está dentro de vosotros (Lucas 17, 21). Al contrario, esa dispersión nos lleva a encontrarnos con el demonio, porque este no es otra cosa que división, desintegración, multitud.

Nuestros Santos Padres nos exhortan una y otra vez a perder esa preocupación excesiva por tantas cosas, llamándonos a que nuestra única preocupación sea la respuesta que daremos el Día del Juicio, es decir, el cuidado de nuestra salvación. Si la dejadez desactiva la Gracia en el hombre, la preocupación por las cosas del mundo le hace indigno de su acción, llevándolo al camino opuesto a la salvación.

(Traducido de: Protos. Petroniu Tănase, Ușile pocăinței, Editura Trinitas, p. 46-47)