La primera etapa en el desarrollo del orgullo
Esta forma de egocentrismo es propia de la juventud, aunque también es posible encontrarla en la edad adulta.
Intentaremos explicar las etapas principales en el desarrollo del orgullo, partiendo de la simple satisfacción con uno mismo, hasta llegar a la oscuridad extrema del alma y la perdición completa.
Al comienzo se trata de una preocupación por sí mismo casi normal, acompañada de una buena disposición. El hombre satisfecho consigo mismo a menudo ríe a carcajadas, silba, tararea o hace chasquidos con los dedos. Le gusta parecer original, asombrar a los demás con toda clase de anécdotas y manifestarse con gestos especiales, además de mostrarse caprichoso al comer. Le gusta dar consejos gratuitos a todo el mundo y entrometerse de forma “amistosa” en los asuntos de los demás. Sin darse cuenta, delata su extraordinario interés por sí mismo con frases como: “déjenme que les diga cómo se hace”, “no, yo sé mejor cómo va esto”, “yo tengo la costumbre de…”, “usualmente, yo…” (o, como encontramos en Turgheniev, “yo acostumbro preferir”).
Dialogando sobre los problemas de los demás, habla, sin darse cuenta, de sí mismo: “Me sentí tan perturbado, que aún no me he recobrado”. Al mismo tiempo, crece su enorme dependencia de la aprobación de los otros, en función de la cual el individuo “florece” o “se marchita” y “se amarga”. Con todo, en esta etapa la disposición del individuo sigue siendo luminosa. Esta forma de egocentrismo es propia de la juventud, aunque también es posible encontrarla en la edad adulta.
Dichoso de aquel que en este estadio se haga con una ocupación seria, especialmente dedicándose a otros (casándose, formando una familia, etc.), o con un puesto de trabajo, o que se sienta atraído por el camino religioso, el cual, imspirándole la belleza del esfuerzo espiritual, le ayudará a ver su propia pobreza y empezar a desear el auxilio de la Gracia. Si nada de esto ocurre, la enfermedad seguirá avanzando.
(Traducido de: Preotul Aleksandr Elceaninov, Cum să biruim mândria, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, pp. 54-55)