Palabras de espiritualidad

La protectora presencia de nuestro ángel

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El hombre le pide a su ángel custodio —como a su hermano mayor— que lo proteja y ore por él, precisamente por estar más cerca de Dios.

Al hombre se le da un ángel guardián, que pasa a ser como su hermano mayor, el cual, estando más cerca de Dios y pudiéndole hablar directamente, le pide por su hermano pequeño.

Y el hombre le pide a su ángel custodio —como a su hermano mayor— que lo proteja y ore por él, precisamente por estar más cerca de Dios. Una y otra vez, nuestro ángel nos susurra al oído: “¡No hagas eso!”, o “¡Hazlo!”, o “¡Permanece atento!”. Aquellos que mantienen abiertos los ojos del alma, conocen bien ese tipo de situaciones.

Recordemos la Parábola del jardinero y la higuera estéril: “Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas” (Lucas 13, 8-9). El jardinero es el símbolo del santo ángel que cuida al hombre hasta que este dé frutos y se salve. En el Paterikón encontramos muchos textos sobre la participación de los ángeles en las cosas del hombre; de hecho, hasta han sido vistos llorando cuando aquellos a los que cuidan cometen algún pecado. ¡Cuánto no habrá orado el ángel por el hombre que peca! Esas lágrimas expresan su amor y compasión para con los hombres.

(Traducido de: Comori duhovnicești din Sfântul Munte Athos – Culese din scrisorile și omiliile Avvei Efrem, Editura Bunavestire, 2001, p. 351)