La puerta hacia la salvación
Para que el Sacramento de la Confesión se materialice, se necesitan la contrición y el testimonio de nuestras faltas.
A quienes conocen bien esto les pido que me perdonen, porque no quiero erigirme en maestro suyo, sino que hablo pensando en el provecho de los simples y principiantes en lo que respecta al arrepentimiento.
He observado que hay algunos que muestran una gran contrición por sus faltas y se consumen en su corazón, pero no se preocupan por confesarse. Se afanan en la oración, el ayuno y otras virtudes, pero soslayan lo más importante. Hay otros que corren a confesarse con frecuencia y desvelan con detalles los secretos de su corazón, pero sin experimentar una verdadera contrición por sus errores y sin obedecer completamente los consejos de su confesor. Se trata, pues, de una confesión por costumbre y no desde el arrepentimiento. Relatan todo, pero sin compunción en el corazón, y algunas veces acusan a otros por las faltas que ellos mismos han cometido.
El arrepentimiento sin una confesión pura no es útil para la salvación, y tampoco la confesión sin el arrepentimiento verdadero realiza el Sacramento de la Confesión.
En otras palabras, para que el Sacramento de la Confesión se materialice, se necesitan la contrición y el testimonio de nuestras faltas. Estos dos aspectos se fortalecen recíprocamente y conforman una suerte de puerta hacia la salvación.
(Traducido de: Sfântul Cuvios Ioan Iacob de la Neamț. Viață-Poezie-Învătătură, Editura Doxologia, Iași, 2010, p. 287)