La pureza puede conservarse también en el matrimonio
La castidad consiste en guardar con sabiduría la integridad de nuestra propia alma y la del otro. En este sentido, la castidad radica en la base del matrimonio, no sólo en las relaciones espirituales, sino también en las del cuerpo, porque excluye la tosquedad, el hambre y la sed del encuentro carnal, transformando todo esto en la virtuosa unión de dos personas.
Usualmente enfocamos la castidad a partir de las relaciones carnales. Sin embarto, la castidad viene mucho antes que las relaciones físicas entre esposo y esposa. La castidad consiste en ver en el otro la belleza que Dios puso en él, en percibir en él la imagen de Dios —misma que no tenemos permitido ensuciar—, en ver al otro en esa belleza y ayudar a su progreso en la pureza.
La castidad consiste en guardar con sabiduría la integridad de nuestra propia alma y la del otro. En este sentido, la castidad radica en la base del matrimonio, no sólo en las relaciones espirituales, sino también en las del cuerpo, porque excluye la tosquedad, el hambre y la sed del encuentro carnal, transformando todo esto en la virtuosa unión de dos personas, cuando la cohesión de los cuerpos representa el culmen del amor, de la unidad que vive y arde en sus corazones y en toda su vida.
La castidad no sólo es compatible con el matrimonio, sino que representa su misma base, cuando las dos personas se ven el uno al otro y reconocen su belleza como tratándose de algo santo, algo que les fuera confiado y que deben cuidar y llevar a su plenitud.
(Traducido de: Cum să ne întemeiem o familie ortodoxă: 250 de sfaturi înţelepte pentru soţ şi soţie de la sfinţi şi mari duhovnici, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, pp. 12-13)