Palabras de espiritualidad

La radical transformación de nuestra vida que causa la humildad

  • Foto: Silviu Cluci

    Foto: Silviu Cluci

La humildad no se enfada jamás, no busca agradar a los demás, no se deja apresar por la tristeza, no le tene a nada.

¿Quieres obtener la virtud de la humildad? Cumple con los mandamientos y, con esto, la humildad vendrá a morar en tu corazón, junto con las demás virtudes de nuestro Señor Jesucristo.

El principio de la humildad es la pobreza de espíritu, la mital del camino en su desarrollo es la paz de Cristo, que llena la mente y nuestro entendimiento, y su final y perfección están en el amor de Cristo.

La humildad nunca se enfada, no busca agradar a los demás, no se deja apresar por la tristeza, no le tene a nada.

¿Es que podría dejarse llevar por la tristeza, aquel que ha reconocido firmemente que es merecedor de cualquier tribulación?

¿Acaso le asustan las aflicciones a aquel que se ha entregado a ellas, porque las considera un medio para alcanzar su salvación?

Los justos de Dios hacen suyas las palabras del ladrón sensato, quien fue crucificado a un lado del Señor. En sus aflicciones, suelen deir: “Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho… Señor, acuérdate de mí cuando entres en Tu Reino” (Lucas 23, 41-42). En pocas palabras, aceptan cualquier adversidad, reconociendo que son merecedores de ella.

La santa paz entra en sus corazones por esas palabras tan llenas de humildad. Y les ofrece el cáliz del consuelo espiritual, incluso en su lecho de enfermedad, o estando en prisión, o cuando sufren persecución, o cuando los demonios los atormentan.

El cáliz del consuelo es ofrecido por la mano de la humildad también para el que ha sido cruficicado. Lo único que el mundo le puede ofrecer a este es “vinagre mezclado con hiel” (Mateo 27, 34). (San Ignacio Brianchianinov)

(Traducido de: Cum să biruim mândria, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, pp. 130-131)

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