La raíz del mal que nos aparta de la salvación
Primero tenemos que reconocernos pecadores y después dedicarnos al trabajo de la salvación. Y obtendremos grandes frutos.
La costumbre de justificarse a sí mismo termina cubriendo los ojos espirituales del hombre, a tal punto que este deja de ser capaz de ver lo que es en realidad.
Tenemos que pensar con humildad sobre nosotros mismos y hacer de esta virtud la constante de cada una de nuestras acciones. Luego, es necesario apartar completamente esa falsa humildad que nos lleva a justificar nuestra dejadez e indolencia ante el esfuerzo y el sacrificio: “¿Cómo podríamos hacerlo nosotros, si somos unos pecadores? Solo los santos…”. Esto es lo que argumentan aquellos que no quieren esmerarse en el trabajo por la salvación de su propia alma. Les podemos responder: “Sí, es cierto, pero también los santos, muy a menudo, primero fueron grandes pecadores y solo después de esforzarse con denuedo llegaron a hacerse santos”. Por eso es que primero tenemos que reconocernos pecadores y después dedicarnos al trabajo de la salvación. Y obtendremos grandes frutos. La autojustificación es la raíz del mal.
La autojustificación no solo no tranquiliza la conciencia del hombre, sino que termina confundiéndolo aún más.
(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 181-182)