Palabras de espiritualidad

La relación con nuestro Ángel de la Guarda

  • Foto: Doxologia

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Él no deja que tu pie dé un paso en falso, no duerme tu guardián (Salmo 120, 3). Es decir que no dejará que tu pie te haga caer, frecuentando más los juegos que la Iglesia, amando las frivolidades y fábulas más que las Santas Escrituras.

A cada cristiano ortodoxo Dios le ha dado un ángel guardián que le protegerá toda su vida, si es que aquel no lo aleja con sus malas acciones. Así como el humo ahuyenta a las abejas y las palomas huyen ante un mal olor, así también al ángel que cuida nuestra vida lo alejan nuestros pecados, tales como la ebriedad, el desenfreno, el odio, la ira y todas las otras maldades. Por eso, el profeta David dijo en sus salmos,

No deja que tu pie dé un paso en falso, no duerme tu guardián (Salmo 120, 3).

Es decir que no dejará que tu pie te haga caer, frecuentando más los juegos que la Iglesia, amando las trivialidades y fábulas más que las Santas Escrituras.

Cuando el cristiano es justo, el ángel de Dios se alegra, pero cuando aquel comienza a mentir, a robar, a beber sin control, a dejar de visitar la iglesia, a enojarse y a ser avaro, entonces el ángel de Dios se entristece, mientras los demonios danzan de alegría, llenando a la persona de toda clase de maldades, a cual más vil. Por eso, San Basilio el Grande dice:

“Los ángeles escriben el nombre de todos los que entran a la iglesia sin enojo y sin maldad, así como el nombre de todos esos que oran y ayunan”.

Entonces, hombre, no permitas que tu ángel deje de escribir tu nombre, por culpa de tu propia dejadez, porque a cada fiel Dios le dió un ángel, que escribe todas sus buenas acciones. Y en cada pueblo de no-creyentes, Dios dejó un sólo ángel custodio, así como lo dice la Escritura:

“Puso límite a las lenguas, de acuerdo al número de ángeles de Dios” (Reyes).

Estemos, entonces, siempre atentos, recordadando que junto a cada persona hay dos ángeles: uno justo y el otro, del maligno. El ángel de Dios es bueno, callado, piadoso y modesto, mientras que el del astuto es iracundo, orgulloso, rencoroso y lleno de maldades. Conozcamos sus hechos, para rechazarlo con el temor de Dios y no dejarle lugar en nuestra alma. Y al ángel bueno abrámosle el corazón para recibirlo, para que nos instruya en la verdad y nos libre de las artimañas del enemigo.

(Traducido de: Cuvinte de la Sfinții Părinți vol. I, Editura Episcopiei Romanului, 1997, pp. 48-49)

 

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