Palabras de espiritualidad

La respuesta de una santa al llamado de Cristo

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

“Te instruiré en la fe cristiana y te bautizaré”, le respondió el sacerdote. “Después de esto, nuestro Señor Jesucristo se alegrará de la belleza de tu alma”.

A finales del primer milenio, los monjes de Sinaí descubrieron las reliquias de la Santa Mártir Catalina de Alejandría. De acuerdo a la leyenda, fue una joven dotada de una inteligencia excepcional, que había estudiado filosofía griega y romana, siendo también una asidua visitante de la famosa biblioteca de Alejandría. Un día, mientras leía en la biblioteca, se quedó dormida y soñó a una bella mujer que tenía en sus rodillas a un niño también muy hermoso. Señalando a Catalina, aquella madre le dijo al pequeño: “¿Quieres casarte con ella?”. Mas él respondió: “¡No! ¡Es tan fea…!”. En ese momento, Catalina se despertó llorando desconsoladamente.

A su lado había un anciano de aspecto venerable, quien se le acercó y le preguntó si le podía ayudar en algo. Catalina le dijo que lloraba porque había tenido un sueño que la había sobrecogido. El extraño le pidió que se lo relatara. Cuando ella terminó de contárselo, el anciano dijo: “Soy un sacerdote cristiano y te puedo explicar el significado de tu sueño. La señora que viste era la Santísima Virgen María. El niño era nuestro Señor Jesucristo, su Hijo. Y dijo que eras fea, porque, aunque inteligente, aún eres una pagana, y tu alma sin bautizar está lleno de pecados”.

“¿Cómo puedo hacerme hermosa para Él?”, preguntó Catalina.

“Te instruiré en la fe cristiana y te bautizaré”, le respondió el sacerdote. “Después de esto, nuestro Señor Jesucristo se alegrará de la belleza de tu alma”.

Catalina recibió la catequesis respectiva y después fue bautizada. Poco tiempo después, el sueño se repitió. Pero esta vez, cuando la Virgen le preguntó a Jesús si le gustaría casarse con Catalina, Él respondió: “¡Claro que sí! ¡Ahora es veraderamente hermosa!”. Después puso un anillo en el dedo de Catalina y, cuando esta se despertó, la argolla estaba en la palma de su mano.

(Traducido de: Norris J. Chumley, Tainele Rugăciunii lui Iisus. Trăind prezența lui Dumnezeu: pelerinaj în inima unei străvechi spiritualități, traducere de Dragoș Dâscă, Editura Doxologia, Iași, 2012; pp. 48-49)