La Santa Comunión y la oración interior, medios al alcance de todos para llegar a Dios
Con esta sencilla, pero completa oración, se puede cumplir el mandamiento del Señor: “Orad sin cesar”. ¡Qué grandes son sus beneficios!
Los cristianos ortodoxos buscan ininterrumpidamente alcanzar a Dios, ante todo, sin intermediarios. Dos son los medios más importantes para realizar este propósito: la comunión frecuente y la oración interior. Al comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, renovamos nuestro ser entero y lo llenamos de Él. Nos vestimos en Cristo. Así, Él entra poco a poco en nosotros, y vive y crece en nuestro interior, volviéndose sujeto y no objeto, hasta que nosotros, renunciando a nosotros mismos y deificándonos, seamos capaces de exclamar con el Apóstol: “Lo viejo ha pasado, ¡y he aquí que todo ha sido renovado!”. En este renacimiento del hombre, el dogma de la Encarnación del Hijo de Dios en un vientre virginal adquiere un sentido práctico y particular para cada uno de nosotros.
Cada cristiano puede practicar la oración interior, aunque son los monjes ortodoxos los que lo hacen con mayor asiduidad, clamando con el corazón: “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí, pecador!”. Estas son las palabras que menciona el Santo Apóstol Pablo. Con esta sencilla, pero completa oración, se puede cumplir el mandamiento del Señor: “Orad sin cesar”. ¡Qué grandes son sus beneficios! Esto lo saben bien aquellos que la practican habitualmente y con gusto, y después, aquellos que acompañan a los monjes y monjas que la tienen como su plegaria incesante. Y, finalmente, quienes han leído la vida de San Máximo de Kavsokalivia, de San Andrés y del beato Basilio, “locos por Cristo”, así como las de incontables santos padres de la inmensa y rica historia de la Iglesia hasta el día de hoy.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Suta de capete de la Liubostinia, Editura Sophia, 2009, pp. 43-44)