La sinceridad en la oración y nuestra capacidad de seguir a Cristo
Vivir “según la palabra de Cristo”, significa vivir, para decirlo de otra manera, un poco sobre tus posibilidades.
Hay períodos de nuestra existencia en los que no nos hallamos ni en lo profundo de las olas, ni en el “séptimo cielo”, y, cuando debemos orar, no lo hacemos con entusiasmo sino por pura convicción. Esto es algo muy importante, porque son muchos los que empiezan una vida de oración, y creen que si no pronuncian con devoción las palabras de cada plegaria, les restan sinceridad. Las cosas no son así. Puedes ser completamente sincero en lo que respecta a la lucidez del espíritu y la correctitud de la voluntad, en tanto que las palabras y los gestos de tu oración no expresen siempre lo que sientes.
Les daré un ejemplo. Como padre de familia, muchas veces ocurre que, al volver a casa del trabajo, te sientes completamente extenuado. Si en ese momento alguien de tu familia te pregunta: “¿Me amas?”, responderás: “¡Sí!”. Pero, si tu interlocutor insiste: “¿Realmente me amas? ¿Me amas justo en este momento?”, podrías responder con toda sinceridad: “No, lo único que siento es un terrible cansancio…”. Pero sigues siendo sincero si dices: “Te amo”, porque sabes que más allá de tu cansancio circula un aire vivo en ti, un soplo de amor. Cuando Cristo dice: “Los que me aman guardan Mis mandamientos”, Él no entiende que: “Si me amáis, pasaréis de emoción en emoción, de éxtasis en éxtasis, de visión en visión”. Él dice solamente: “Si en verdad creéis en Mi palabra, ¡vivid en concordancia con ella!”. Y vivir “según la palabra de Cristo”, significa vivir, para decirlo de otra manera, un poco sobre tus posibilidades; es hacer más de lo que, de forma espontánea, tienes deseos de hacer.
(Traducido de: Antonie Mitropolit de Suroj, Şcoala Rugăciunii, Sfânta Mănăstire Polovragi, 1994, pp. 36-37)