La soberbia: descripción de una de las peores pasiones espirituales
Amplio, limpio y fácil de recorrer es el camino del hombre (no lo llamaremos “cristiano”) que vive según la voluntad del demonio, que responde al llamado de sus pasiones y cumple sus caprichos. Por fuera, este camino está lleno de rosas, pero… ¿por cuánto tiempo?
Estrecho, espinoso y trabajoso es el camino del cristiano humilde, el cual pide mucho sacrificio… Pide, además, renunciar a uno mismo, en el nombre del amor a Dios y al prójimo. En este camino, el hombre siempre encontrará un sinnúmero de tentaciones enviadas por el maligno. Se necesita tener una voluntad muy fuerte para no ceder ante las tentaciones, para no temer a las pruebas, para luchar contra el poder del enemigo de nuestras almas.
Por otra parte, amplio, limpio y fácil de recorrer es el camino del hombre (no lo llamaremos “cristiano”) que vive según la voluntad del demonio, que responde al llamado de sus pasiones y cumple sus caprichos. Por fuera, este camino está lleno de rosas, pero… ¿por cuánto tiempo?
Pongamos un ejemplo: el soberbio. El espíritu maligno le ha acompañado siempre y lo ha ayudado a tomar de esta vida todo lo que puede un simple mortal, todas las cosas que podrían saciarlo hasta el empacho, corriendo siempre detrás de una felicidad ilusoria. La juventud, la salud, la belleza, la riqueza, los honores y la gloria, los éxitos que aturden, las destrezas, los talentos… todo se lo ha dado ese acompañante invisible, solamente para enraizar en él la peor de las pasiones: la soberbia.
Así, el hombre, indolente, sigue ese ancho camino, regocijándose con el engañoso fulgor de la felicidad terrenal, hasta que un día se despierta, justo a la orilla del abismo... Entre tanto, se ha vuelto insufrible para sus semejantes, y estos han empezado a evitarlo. Han dejado de expresar interés por su personalidad, han dejado de admirar sus aptitudes, su talento, y él ha empezado a odiar a todos. La “oscuridad de afuera” abarca todo su ser, su mente se llena de sombras y pronto llega a la demencia. Ha perdido el propósito de su vida y no le queda sino una sola felicidad: acabar de tajo con todos sus tormentos, olvidarse de todo… ¡El demonio se alegra! Una víctima más, un infeliz suicida que se vuelve suyo para la eternidad. Este es el terrible final al cual nos empuja la soberbia.
(Traducido de: Cum să biruim mândria?, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2010, pp. 18-19)