La tentación de caer en el orgullo
Es imperativo preguntarnos: ¿qué método hay que utilizar para asegurarnos la humildad? San Siluano recibió esta respuesta por parte de Cristo: “Mantén tu mente en el infierno, pero no caigas en la desesperanza”.
Posteriormente a la caída de Adán —quien obedeció el consejo del maligno, cuando este le susurró “Serás como Dios”—, el hombre es tentado, ante todo, por el pecado del orgullo. Paradójicamente, mientras más progresa, más tentado es. Si no avanzáramos en la vida espiritual, podríamos incluso afirmar que la tentación del orgullo carece de sentido. Por eso, mientras más vaya avanzando, el hombre también debe estar atento a progresar en el conocimiento y la unión con Dios, y también en la humildad. Porque, si el hombre persiste en su orgullo y recibe el don, su estado real empeorará. Luego, es imperativo preguntarnos: ¿qué método hay que utilizar para asegurarnos la humildad? San Siluano recibió esta respuesta por parte de Cristo: “Mantén tu mente en el infierno, pero no caigas en la desesperanza”. Este es el punto extremo, el más radical en esta búsqueda de la humildad. Un primer acercamiento consistiría en no justificar nuestras malas acciones.
San Doroteo de Gaza y otros santos sostienen que es primordial acusarte a ti mismo, y decir: “Soy absolutamente indigno de tener a Dios, y el único lugar a donde debería ir es al infierno”. Esta actitud del alma aniquila completamente todas las pasiones. Pero hay que completarla con otra fundamentación radical: Dios es muy misericordioso y para Él todo es posible, incluso salvarnos. El stárets Siluano era un “pináculo espiritual”. Él recibió este don de Dios, el de vivir la resurrección. Era capaz de aplicar en su vida esta terapia radical. Sin embargo, representa un gran peligro que alguien quiera imitar ese estado extremo y mantener su alma en el infierno. Semejante arrojo podría ser muy pernicioso para él. Por eso, debemos empezar por las primeras etapas del arrepentimiento, y no por la última de ellas, porque, como es de suponer, las primeras nos irán llevando hasta la última. Y esto es algo que viene de Dios Mismo.
(Traducido de: Celălalt Noica – Mărturii ale monahului Rafail Noica însoțite de câteva cuvinte de folos ale Părintelui Symeon, ediția a 4-a, Editura Anastasia, 2004, pp. 162-163)