La tentación de ponernos a discutir con los demás
“¡Qué embaucadores y miserables son los demonios! ¡Cómo siembran la enemistad entre los hombres! ¡Y estos, ingenuos, corren a hacer presurosos lo que se les pide!”.
Algunas veces, Nifón observaba cómo los demonios aparecían para tentar a las personas, susurrándoles al oído toda clase de maldades. Estas, distraídas por las preocupaciones de la vida, no se daban cuenta del diabólico engaño y aceptaban los malos pensamientos, al punto de regocijarse con ellos como si les fueran propios. Así, algunos se encendían en la ira, otros empezaban a juzgar a los demás y otros discutían con sus semejantes, incluso llegando a los golpes. Nifón, el siervo de Dios, viendo todo esto, dijo lleno de tristeza: “¡Pero qué malos son! Vienen a enseñorearse sobre las personas, y estas, sin notarlo, hacen todo lo que se les ordena. Por eso, es importante que analicemos bien nuestros pensamientos y sólo después pasemos a la acción”. Y relataba lo siguiente:
“En cierta ocasión, vi cómo un hombre que estaba trabajando era tentado por un demonio, quien se puso a susurrarle largamente algo al oído. No muy lejos había otro hombre trabajando. Entonces, el primero dejó lo que estaba haciendo y se dirigió furioso a donde estaba el otro, para después empezar a insultarlo. En ese momento, otro demonio se acercó al segundo de los trabajadores, le susurró algo y lo instigó a reñir. Así, mientras un demonio inducía al primer hombre a la ira, el otro llevaba al segundo a responder a sus ataques”.
Viendo esto, Nifón se llenó de una profunda turbación, diciendo: “¡Oh, qué embaucadores y miserables son los demonios! ¡Cómo siembran la enemistad entre los hombres! ¡Y estos, ingenuos, corren a hacer presurosos lo que se les pide!”.
(Traducido de: Un episcop ascet, Viața și învâțâturile Sfântului Ierarh Nifon, Ed. Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 51)