Palabras de espiritualidad

La única forma de hacer que los demás cambien

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¿No has pensado que Dios podría estar diciendo lo mismo de cada uno de nosotros? “Lo he perdonado tantas veces, le he demostrado Mi misericordia una y otra vez… Y, con todo…”.

¿Qué podemos hacer cuando vemos a alguien cometiendo una falta?

—Es una gran equivocación pensar que podemos cambiar a una persona con nuestro propio empeño. Nunca lo lograremos. La única forma de hacerlo es por medio de nuestro ejemplo de vida. Raras veces —por no decir nunca— se puede conseguir algo con nuestro esfuerzo, hablando, contradiciendo, etc. Ese cambio ocurrirá, pero cuando Dios lo considere adecuado. Si tú mismo cambias tu antigua forma de ser, te conviertes en un ejemplo vivo para la persona que quieres que cambie; si te vuelves su ideal y esa persona ve que eres feliz, simplemente ocurrirá. Es muy bueno orar por alguien, pero no tenemos que agotarnos tratando de que esa persona cambie. El único que puede obrar ese cambio es Dios.

Él tiene un plan para la vida de cada uno de nosotros. Para todos los hombres. Somos libres, pero lo que no sabemos es que Él ya sabe lo que haremos. Porque Él lo sabe todo. Dios conoce cada paso de nuestra vida, hasta el último momento. Nosotros, no.

Y si intentamos unirnos más y más a Dios, no necesitaremos hacer nada más, porque automáticamente nos convertiremos en ejemplo para aquellos que deseamos ver siguiendo Su Camino. Con todo, es normal que tú, tan joven y con todo el amor que Dios puso en tu corazón, no puedas entender, al menos al comienzo, y te sientas un poco frustrado, diciendo. “¡Qué situación! ¡Tanto esfuerzo y sin ningún resultado!”. ¿Pero no has pensado que Dios podría estar diciendo lo mismo de cada uno de nosotros? “Lo he perdonado tantas veces, le he demostrado Mi misericordia una y otra vez… Y, con todo…”.

El siguiente paso tendría que ser la oración. Eso sí, sin juzgar a esa persona.

(Traducido de: Maica Gavrilia. Asceta iubirii, Editura Episcopiei Giurgiului, 2014, pp. 245-246)