La unión de la mente con el corazón
La mente, revestida por la oración, apartando la carga de las preocupaciones terrenales, desciende a la recámara del corazón. Las puertas de la habitación están selladas; hay una densa e impenetrable oscuridad por todas partes.
“Las puertas de los sentidos se han cerrado: la lengua ha callado, los ojos se han cerrado, el oído no presta atención a nada de lo que proviene de afuera. La mente, revestida por la oración, apartando la carga de las preocupaciones terrenales, desciende a la recámara del corazón. Las puertas de la habitación están selladas; hay una densa e impenetrable oscuridad por todas partes. Y la mente, asombrada, empieza a llamar a la puerta del corazón con la oración. Espera pacientemente, llama otra vez, espera, otra vez empieza a orar... Ni una respuesta, ¡no se oye ni una voz! Aquella paz exánime y las tinieblas del lugar le responden con un silencio sepulcral. Así, la mente se va de la puerta del corazón y, llorando amargamente, busca consuelo. No se le ha permitido presentarse ante el Rey de reyes en el altar de la recámara interior.”
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Cuvinte către cei care vor să se mântuiască, Editura Sophia, p. 3)