La veneración de los fieles al Santo Evangelio en el marco de los oficios litúrgicos
En los Maitines, cuando la llegada de la luz del alba vence a la noche de la oscuridad y del pecado, los fieles dirigen sus primeros pensamientos de la mañana a Dios Padre, postrándose y besando el Santo Evangelio.
El Santo Evangelio es nuestro Señor Jesucristo Mismo presente en el corazón de la Iglesia, por medio de Su palabra, porque Él es la Palabra de Dios encarnada. Orígenes decía que “nosotros comulgamos de Cristo con la Palabra y el Pan”, es decir, por medio del Santo Evangelio y la Santa Eucaristía.
El Santo Evangelio representa el símbolo de nuestra fe ortodoxa; es el fundamento de la “Ley Nueva”, recibida del Hijo Único del Padre, en el Gólgota. El Evangelio fue transmitido, primero, a viva voz, por los Santos Apóstoles, y después fue escrito por los cuatro grandes evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Para nosotros, los fieles, el encuentro con Dios tiene lugar en el marco de los oficios litúrgicos, que representan, de hecho, la vida y la encarnación del Santo Evangelio. Tanto la Divina Liturgia, como los Maitines, que es el oficio del amanecer de los domingos y los días festivos, o la celebración de los Sacramentos: Matrimonio, Unción, contienen pasajes del Santo Evangelio.
En los Maitines, cuando la llegada de la luz del alba vence a la noche de la oscuridad y del pecado, los fieles dirigen sus primeros pensamientos de la mañana a Dios Padre, postrándose frente al Evangelio y besándolo.
Así pues, el Santo Evangelio representa un puente que une a cielos y tierra; a nuestro Señor Jesucristo, de Quien nos habla el Evangelio, y los fieles presentes en los oficios litrúrgicos ante nuestro Salvador.