La Verdad que nos aleja del mundo para alzarnos al Cielo
La práctica de la palabra demanda un gran esfuerzo y el sacrificio de la propia persona.
Los actuales hijos de la Iglesia son completamente atípicos, porque son producto de una apostasía general. Nacen a la vida espiritual bajo el peso de muchos años de vida en pecado, con ideas deformadas sobre el bien y el mal. La verdad terrenal asimilada por ellos se rebela contra el concepto de Verdad Celestial que comienza a echar raíces en sus almas. Y estas dos verdades son, en su esencia, absolutamente diferentes e irreconciliables. En este mundo, la Verdad Celestial está sujeta a la Cruz.
Del mismo modo, la pseudo-razón terrenal, devenida en el “faro” del hombre contemporáneo, se opone directa y constantemente a la vida espiritual. Al escuchar las enseñanzas de los padres espirituales, que son simples y, aparentemente, muy accesibles, al escuchar la Palabra de Dios, (las personas) no pueden admitir que estas verdades se asemejan y se entienden solamente cuando son puestas en práctica en la vida, porque de lo contrario la palabra se verá agraviada y distorsionada.
Y nuevamente aparece otro obstáculo, porque no se llega a la práctica de la palabra que se ha escuchado. Y es que la praxis de la palabra demanda un gran esfuerzo y el sacrificio de la propia persona.
(Traducido de: Arhimandritul Ioan Krestiankin, Povățuiri pe drumul crucii, Editura de Suflet, București, 2013, p. 16)