Palabras de espiritualidad

La verdadera vida espiritual no es tan dura como podríamos pensar

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Quien sea ajeno a esas cosas, dirá: “¡Qué dura es la vida del monje!”.

¡Qué sencilla es la vida espiritual! Tal como, cuando visitas una exposición de arte, en la primera sala encuentras distintos grabados en metal; en la segunda, esculturas en madera, y en la tercera, bocetos en papel, también en la vida espiritual la primera virtud trae la siguiente, y así sucesivamente. Todo el esfuerzo, todo el trabajo, todas las dificultades son, en realidad, un descanso. La dificultad de la vida monacal consiste en ver al hombre mundano o la vivencia del hombre egoísta.

¿Qué monje verdadero se siente agobiado? ¿Hay algún asceta que sienta que su lucha espiritual es difícil? ¿Hay algún monje verdadero que perciba como un sufrimiento el hecho de domir directamente sobre el suelo? No. Ninguno. Porque (dormir en el suelo) es como si durmieras entre plumas. No obstante, quien sea ajeno a esas cosas, dirá: “¡Qué dura es la vida del monje!”. Pero después de dos o tres días durmiendo sobre el suelo, verá que no es tan difícil. Lo mismo sucede con el ayuno, con las vigilias y la oración. En esencia, todo eso es reconfortante, es como dormir en el aposento real de las nupcias.

La Iglesia utiliza esa expresión, “aposento nupcial”, que representa el más grande placer humano, para reflejar el deleite de la lucha espiritual. Pensemos en unas escaleras eléctricas. Te suben o te bajan de nivel, sin que tú hagas algún esfuerzo. Lo mismo ocurre con la vida espiritual.

Dios le da a cada uno de nosotros situaciones, experiencias, motivos para avanzar. Nadie, ni siquiera el más indiferente, es privado de alguna experiencia con el don divino, de determinada oración, de algunas lágrimas. Todos tenemos algo. Dios les da ese tipo de cosas incluso a quienes no creen. Les da tantas de esas cosas, como la mente humana no es capaz de imaginar. Si no, los que no creen no tendrían cómo defenderse ante Dios. Dios les da de todo, pero ellos lo niegan. Y muchas más experiencias tenemos nosotros, quienes amamos a Dios, quienes nos hemos apartado del mundo por Él y nuestro único propósito es Dios. Dios es el objetivo de nuestra búsqueda. ¡Si nos esforzamos un poco, avanzaremos prodigiosamente!

(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Avva Isaia, cuvinte ascetice, Editura Sfântul Nectarie, pp. 337-338)

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