Palabras de espiritualidad

La voluntad de Dios y la nuestra, en lo que respecta a la salvación

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Solamente con nuestros actos no nos podríamos salvar. Entonces, si queremos y luchamos por salvarnos, la Gracia de Dios nos ayudará. “Das voluntad, recibes fuerzas”. Pero ¿das tu voluntad?

Padre, ¿Dios sabe desde antes quién se salvará y quién no?

—¿Cómo no habría de saberlo? Claro que lo sabe. Pero Él haría cualquier cosa para que puedas salvarte. Dios nos otorgó el libre albeldrío. Él no va diciendo: “Este se salvará, este otro no se salvará… ¡Es mi voluntad, y ya!”. A nosotros nos dio la libertad de decidir cómo actuar. Jesús sabía que Judas lo iba a traicionar; por eso, sabiendo también que era un codicioso, le dio la bolsa con el dinero de los apóstoles, para tranquilizarlo y librarlo de esos pensamientos que tenía. Porque fue para enriquecerse que Judas vendió al Señor. Pero el Señor quería sosegarlo y quitarle el peso de su ambición. Sin embargo, el demonio se impuso en el alma de Judas y este terminó traicionando a Jesús, con quien tanto había compartido y con el que acababa de comer.

Dios no tiene nada parecido a la predestinación. La predestinación no existe. Él quiere que todo el mundo se salve. Pero, insisto, que Él sepa desde antes qué va a suceder con cada alma, eso es otra cosa. Él hace lo que sea para que no caigas en tentación. Dios le ha dado a cada quien un cúmulo de virtudes y cualidades, entre ellas la inteligencia y la capacidad de discernir. Si enfrentas algún problema, vas y le consultas a Él, porque conoce perfectamente la forma de nuestra vida. La conoce, pero no es el culpable de que nos perdamos. Porque, si no tuviéramos el libre albeldrío, no nos correspondería ningún mérito. Para eso, entonces, nos concedió una voluntad libre, para darnos el mérito de nuestra salvación. Pero solamente con nuestros actos no nos podríamos salvar. Entonces, si queremos y luchamos por salvarnos, la Gracia de Dios nos ayudará. “Das voluntad, recibes fuerzas”. Pero ¿das tu voluntad?

(Traducido de: Ne vorbeşte Părintele Arsenie Papacioc, Vol. 4, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 136)