Palabras de espiritualidad

La voz de Dios nos habla en la iglesia

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Quien no llore en esta vida por sus pecados, en vano llorará —ya sin consuelo— en medio de los tormentos eternos.

Congreguémonos en la iglesia, porque aquí recibiremos la sanación de nuestras almas y de nuestros cuerpos; aquí se oficia para nosotros, de forma inefable, un gran misterio; aquí, la divina voz habla a los oídos de nuestros corazones; aquí, la oscuridad del pecado es expulsada de nuestros corazones; aquí, el Divino Hijo viene al Altar y, como un cordero, derrama Su santa Sangre por nosotros, para el perdón de nuestros pecados, con la intención de hacernos herederos de Su Reino.

Para esto, hermanos, tenemos que lavar con nuestro arrepentimiento toda la impureza que hay en nosotros y, así, avanzar hacia Él, borrando con nuestras lágrimas nuestros pecados manifiestos y ocultos. Hagamos humilde nuestro corazón, del mismo modo en que Él aceptó ser uno de nosotros, por nosotros, deviniendo, al mismo tiempo, en Dios y Hombre, para librarnos de las tentaciones del maligno. El Señor Mismo nos mostró el camino de la salvación, diciendo: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consuelo”.

Quien no llore en esta vida por sus pecados, en vano llorará —ya sin consuelo— en medio de los tormentos eternos.

(Traducido de: Sfântul Clement de OhridaCuvinte și învățături de folos pentru orice creștin, Editura Sophia, 2014, p. 25)