La voz del amor transforma los corazones
“Yo nací para amar a todos mis semejantes. En cada uno veo solamente el rostro de Dios. Y, por ese rostro, soy capaz de cualquier sacrificio”.
La voz del amor puede transformar el endurecido corazón de los hombres. El anciano Porfirio enseñaba: “El amor de Cristo tiene que llegar a cada rincón del universo, incluso hasta los hippies de Matala (Creta). En verdad, me gustaría mucho encontrarme con esos jóvenes, pero no para pecar con ellos o para juzgarlos de frente, sino para vivir en pureza a su lado, para que el amor de Cristo, que transforma todo, les hable por sí mismo”.
La obediencia es una condición del amor. El anciano José el Hesicasta decía: “No hay amor verdadero sin obediencia. ¿Cómo puedes amar y servirle al otro, si no te sometes a su voluntad? Cada acto de amor verdadero es un servicio, y aquellos que practican la obediencia realizan una doble acción: por un lado, demuestran su confianza en quien les manda, y, por la otra, ponen en práctica el amor, por medio del servicio que le ofrecen”.
El anciano Anfiloquio decía: “Yo nací para amar a todos mis semejantes. No me importa si son turcos, negros o blancos. En cada uno veo solamente el rostro de Dios. Y, por ese rostro, soy capaz de cualquier sacrificio”.
(Traducido de: Înaltpreasfințitul Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos?, Editura Renașterea, Cluj-Napoca, 2012, pp. 91-92)