Palabras de espiritualidad

Las alegrías de la vida monástica

  • Foto: Maria Burla

    Foto: Maria Burla

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El monje debe endulzarse con la oración y sentirse atraído por el amor divino.

La vida monástica es una de ofrenda, de sacrificio. El monje debe endulzarse con la oración y sentirse atraído por el amor divino. No puede permanecer en la vida monacal, si no es capaz de endulzarse con la oración. Si esto no sucede ¡listo! no puede permanecer en el monasterio.

Pero lo que lo mantiene en el monasterio, junto a la oración, es el trabajo. Éste no obstaculiza la oración; al contrario, la fortalece y la hace mejor. Es un problema de amor. También es trabajo orar, hacer postraciones. El trabajo es una bendición. Vemos que nuestro Señor llamó a Sus discípulos justo cuando estos se hallaban trabajando, pescando o pastoreando ovejas.

La alegría del monje es penetrar en el amor de Dios, en la Iglesia, en Cristo, en la Santísima Trinidad. Se une con Cristo, se estremece su corazón, se llena de Gracia. Cristo es su alegría, su inspiración, su esperanza, su amor. ¡Qué cosas les digo! Yo, por la Gracia, cuando me fui al Santo Monte Athos… ¡qué vida, qué amor, qué devoción, que fervor, qué obediencia, qué oración! ¡Cómo vivíamos ahí, con alegría, con amor! ¡Qué vida tan celestial!

(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003,  pp. 266-267)

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