Las armas para defendernos del odio
Cuando nos enojemos, hagamos cuantas postraciones podamos, hasta que se disipe ese mal sentimiento. El Señor dijo: “vivid en el amor”, pero el maligno inocula su odio para interferir en el precepto divino.
Padre, hay alguien que me tiene aversión… ¡y yo no sé por qué me odia!
—En verdad, a veces el odio es más fuerte que cualquier clase de hechicería o cosas semejantes.
Una de las armas del demonio es el odio. Por ejemplo, viene y entromete ese odio entre los esposos, y estos dejan de hablarse; se quedan como mudos, como si hubiera un muro entre ellos. Pero el Señor dijo: “que el ocaso no os encuentre enfadados”. Por eso, cuando nos enojemos, hagamos cuantas postraciones podamos, hasta que se disipe ese mal sentimiento. El Señor dijo: “vivid en el amor”, pero el maligno inocula su odio para interferir en el precepto divino.
Es bueno que, cuando uno caiga en la tentación de la ira, el otro diga: “Señor, no le tomes en cuenta este pecado”. Lo que tienen que hacer los esposos es orar el uno por el otro, porque de todos es sabido que el hombre incrédulo se salva por medio de su esposa creyente, y viceversa. Así, cuando surja alguna disputa en el hogar, lo mejor es que cada cónyuge se vaya a una habitación distinta, para no avivar el fuego de la discusión y evitar que se hieran en el alma, que es lo que le gusta al demonio.
El maligno busca destruir las más sólidas construcciones, pero no tenemos que dejarlo. ¡Y tenemos tantas armas al alcance, como el ayuno, la oración y la caridad!
(Traducido de: Părintele Argatu V. Ioan, Răspunsuri duhovnicești la întrebările credincioșilor ale Părintelui Ilarion Argatu, Editura Mila Creștină, 2005, p. 255)