Las condiciones esenciales de la oración
La oración debe ser acompañada de una confianza sólida, esperando firmemente en la promesa del Señor, Quien dice: “Os aseguro que todo lo que pidáis en Mi nombre al Padre, os lo concederá” (Juan 16, 23).
Para poder obtener aquello que es de provecho para el alma, todo cristiano tiene que orar con devoción, con fervor, sin pensamientos extraños o de pecado, con humildad, reconociendo sus debilidades y caídas, porque, en verdad, “Dios no desprecia un corazón contrito y humilde” (Salmos 50, 18). La oración debe ser acompañada de una confianza sólida, esperando firmemente en la promesa del Señor, Quien dice: “Os aseguro que todo lo que pidáis en Mi nombre al Padre, os lo concederá” (Juan 16, 23).
Asimismo, la oración debe hacerse con sumisión a la voluntad de Dios. Esto nos lo enseñó el Señor, cuando dijo: “Hágase Tu voluntad” (Mateo 6, 10). Ese fue el ejemplo que también Él nos dio, cuando, al orar al Padre Celestial, en las vísperas de Su Pasión, dijo: “Padre Mío, si es posible, aparta de Mí este cáliz; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya” (Mateo 26, 39; Lucas 22, 42).
(Traducido de: Protosinghelul Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 41)