Palabras de espiritualidad

Las consecuencias físicas y espirituales del pecado

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El debilitamiento del espíritu hace que también la materia del cuerpo adquiera una rigidez pronunciada, que le impide volver a ser fácilmente controlada por el espíritu.

La descomposición de la relación del hombre con Dios, por causa del pecado, desequilibra por completo al ser humano: su voluntad se debilita, su razón se oscurece, su afectividad se corrompe con las sensaciones de los placeres inicuos, los instintos naturales se pervierten, los sentidos pierden claridad, y el cuerpo entero sufre un cambio total en su metabolismo normal. Las consecuencias de los pecados, es decir, los desbalances espirituales y físicos, se desarrollan en un tiempo que puede ser variable. Así es como se instalan en el ser humano la enfermedad y la muerte, como consecuencias del pecado. Es un fenómeno que constituye el debilitamiento de las funciones vitales y sensoriales del alma que se ha apartado de Dios —Quien es el Manantial espiritual de la vida—, un fenómeno que es también la causa de las perturbaciones del cuerpo, las enfermedades e incluso del envejecimiento y el deterioro físico, junto con la muerte.

Ese debilitamiento del espíritu hace que también la materia del cuerpo adquiera una rigidez pronunciada, que le impide volver a ser fácilmente controlada por el espíritu. Y si la voluntad no puede volver a ser dirigida y fortalecida en la virtud (en contra de los pecados), el alma podría ver cómo se prolonga ese estado de endeblez y de mortificación paulatina, cayendo pronto bajo el dominio de los demonios, que le “alimentarán” aún más la dependencia de ellos. En este contexto, la enfermedad física representa el reflejo de lo que ocurre con lo espiritual.

(Traducido de: Ieromonahul Adrian Făgețeanu, Ieromonahul Mihail StanciuDe ce caută omul contemporan semne, minuni și vindecări paranormale? Un răspuns ortodox, Editura Sophia, București, 2004, pp. 59-60)