Las formas que asume el maligno para engañarnos
El sentimiento de contrición no aparecía. Entonces, entendió que todo lo que estaba sucediendo no era cosa de Dios. En ese momento, frente a él aparecieron unos espíritus impuros, y les dirigió la palabra como si fueran personas normales…
Una noche, la celda de San Siluano el Athonita se llenó de una luz extraordinaria. Esa misma luz atravesó el cuerpo del santo, haciéndolo como transparente, de tal forma que pudo ver lo que había adentro de su pecho. Lo primero que pensó fue que se trataba de algo proveniente de la Gracia de Dios. Pero había algo que perturbaba su paz y empezó a preguntarse por qué no sentía también un poco de arrepentimiento. Al intentar orar un poco, una incontenible risa empezó a brotar de su interior. Asustado, se golpeó la frente con el puño, haciendo que aquella risa cesara… pero el sentimiento de contrición no aparecía. Entonces, entendió que todo lo que estaba sucediendo no era cosa de Dios. En ese momento, frente a él aparecieron unos espíritus impuros y les dirigió la palabra como si fueran personas normales. Unos espíritus le dijeron: “¡Ya eres un santo!”, en tanto que otros le repetían: “¡Jamás alcanzarás la salvación de tu alma!”. Cuando él los interrumpió y les preguntó por qué decían cosas tan contradictorias, estos le respondieron: “¿No sabías que nosotros nunca decimos la verdad?”.
(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, pp. 168-169)