Entre hermanos y hermanas debe existir una amistad sólida y tierna. En nuestros corazones y en nuestra vida debemos mantener y cultivar todo lo que es bello, verdadero y santo. Para que las relaciones de amistad en nuestra propia familia sean profundas, sinceras y cálidas, deben ser construidas por los mismos padres, ayudando a las almas a unirse.

No hay en este mundo una amistad más pura, más rica y más fructífera, que la que existe entre los miembros de la familia, si es dirigida de la forma debida. El joven debe ser respetuoso con su hermana, más que con cualquier otra chica; a su vez, la chica, mientras no esté casada, debe considerar a su hermano como la persona más cercana del mundo. Deben protegerse uno al otro, ante cualquier circunstancia que podría llevarlos al engaño o a la perdición.

(Traducido de: Cum să educăm ortodox copilul: 300 de sfaturi înțelepte pentru părinți de la sfinți și mari duhovnici, trad. de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2011, p. 67-68)