Las tentaciones del maligno para hacer caer en pecado al monje
El monje debe estar atento a todo, no solamente durante el día, sino que también, al caer la noche, tiene que mantenerse vigilante en ese pequeño rapto que es el sueño.
El monje debe estar atento a todo, no solamente durante el día, sino que también, al caer la noche, tiene que mantenerse vigilante en ese pequeño rapto que es el sueño y, cultivamdo el temor al Juicio de Dios, no debe permitir que la razón de su espíritu se deje llevar por la embriaguez del sueño de los demonios. Porque, cuando vence en la lucha diurna, el monje avergüenza a los demonios; entonces, cuando viene la noche, los espíritus impuros hacen de su celda un teatro. Yo mismo, una noche, cuando me permití dormitar un poco, los vi venir a mí con lisonjas, invitándome a la mezcla natural de los placeres, presentándome figuraciones muy bellas y tratando de sujetar mi mente para que fuera presa de la imaginación. Todo esto, con la intención de atraer la mente con las cosas del mundo y con la promesa de riquezas de gran valor, de sirvientes y doncellas, y ungiéndola con olor de buena fragancia.
Así, atrayéndolo al engaño para burlarse de él, los demonios raptan el alma del monje y lo arrastran a la comisión del pecado; además, hacen de su cuerpo el de un animal, el cual terminan ensuciando con el placer de las cosas que se ven. Y, conforme empieza el día, le azotan la mente, perturbándolo con el recuerdo del placer nocturno, e induciéndolo al conocimiento de las mujeres.
(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul, Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele Minunat, Viața și cuvinte de folos, Editura Doxologia, Iași, 2013 p. 58)