Las tentaciones que nos embisten cuando recibimos algún don de Dios
Tenemos que estar muy atentos a nosotros mismos y examinar minuciosamente todo lo que ocurre en nuestro interior, para poder ver por qué tienen lugar todas esas cosas y reconocer lo que nos quieren inducir a hacer.
Después del Bautismo del Señor, cuando el Espíritu descendió sobre Él con el aspecto de una paloma, el mismo Espíritu lo llevó al desierto para que fuera tentado. Tal es el camino de cada uno de nosotros. San Isaac el Sirio nos advierte que, una vez gustamos de un consuelo gratífico, o recibimos del Señor algún don, tenemos que esperar a que vengan las tentaciones. Las tentaciones ocultan la luz del don que hay en el hombre de sus propios ojos, acostumbrados a disipar cualquier virtud con la vanagloria y la soberbia.
Dichas tentaciones vienen tanto desde afuera —como las aflicciones o las humillaciones—, pero también desde dentro, como los pensamientos viciosos, que el demonio desata sobre nosotros, como cuando le quitas la correa a un animal salvaje para que corra y ataque a una presa. En consecuencia, tenemos que estar muy atentos a nosotros mismos y examinar minuciosamente todo lo que ocurre en nuestro interior, para poder ver por qué tienen lugar todas esas cosas y reconocer lo que nos quieren inducir a hacer.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Traducere din limba rusă de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2011, pp. 50-51)