Las tentaciones y su función en nuestra vida
Démosle gracias a Dios porque nos pone a prueba con tentaciones, enfermedades y toda clase de tribulaciones, aquí, en este mundo, y no en el que habrá de venir.
Cierta vez, un padre del Monasterio Sihăstria le preguntó: “¡Padre Paisos, las tentaciones me abruman y hay veces en las que siento que ya no me queda paciencia...!”.
—Escúchame. Démosle gracias a Dios porque nos pone a prueba con tentaciones, enfermedades y toda clase de tribulaciones, aquí, en este mundo, y no en el que habrá de venir. Porque si vivimos sin ser curtidos por las tentaciones, no podríamos salvarnos. Las tentaciones de esta vida son para nosotros lo que el fuego para el oro. Nos fortalecen, nos curten, nos dan mucha más fe, nos hacen humildes y nos enseñan a orar y a pedir consejo. El que sea bueno que se haga mejor, y el que haya vencido la tentación que ore por quien aún la enfrenta. Ciertamente, las tentaciones pueden ser vencidas con oración, ayuno, confesión y mucha paciencia. Después de la tormenta viene la calma, con la ayuda de Cristo. Oremos, padre. Y recuerda que si nuestros padres espirituales nos reprenden, lo hacen para corregirnos; no nos enojemos, porque el camino a la salvación está lleno de tentaciones. Ahora sufrimos, como lo hizo Eli, el sacerdote del Antiguo Testamento, con sus hijos. Por haberlos consentido tanto y no corregirlos a tiempo, cuando ofendían a Dios, murieron y fueron condenados. ¡Que Dios nos libre de tener la misma suerte!
(Traducido de: Arhim. Ioanichie Bălan, Părintele Paisie Duhovnicul, Editura Doxologia, p. 43)