Palabras de espiritualidad

Las tres clases de silencio

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Le preguntó alguien al Anciano Pimen: “¿Qué es mejor, hablar o callar?”. Y el anciano le respondió: “Si hablas, hazlo para Dios, y si callas para Dios, ¡está bien que calles!”

En el libro de los apotegmas de los Santos Padres, se nos dice, “¡Amen la generosidad y el silencio, porque de esto depende la vida del monje!”

Entonces, se presupone que el monje debe llevar una vida especialmente silenciosa. ¡Desde luego que no se trata de un silencio semejante al de los animales o al de los mudos! ¿Por qué? Porque, si Dios nos dió una voz, lo hizo para que habláramos, ¡no para que callemos! Tuve un profesor de latín en (la ciudad de) Timisoara, y recuerdo que. cuando alguno de sus alumnos no sabía responder a alguna de sus magistrales inquisiciones, solía exclamar: “¡El silencio es de oro, las palabras, de plata! ¡Éste (el alumno que no respondió) está lleno de oro!”

No se trata de callar de esta forma, sólo por contarte entre los que callan, ¡sino que debes callar para saber cuándo debes hablar y cómo hacerlo, de forma correcta y hermosa! En el libro de los apotegmas de los Padres de la Iglesia se menciona este problema, afirmándose que existen tres clases de personas que callan. Unos callan debido a su propia naturaleza. Otros lo hacen para recibir elogios de los demás, para ser incluídos entre los reservados. Y los últimos callan para no errar. Se dice que sólo esta última forma de silencio es recompensada. Le preguntó alguien al Anciano Pimen: “¿Qué es mejor, hablar o callar?”. Y el anciano le respondió: “¡Si hablas, hazlo para Dios, y si callas para Dios, está bien que calles!”

En el mismo libro se nos dice que,

“Hay quienes hablan desde que sale el sol, hasta el ocaso, pero sin decir nada que no sea de provecho. Puede considerarse, entonces, que, en lugar de hablar, callan. Y hay otros que en todo el día no dicen una sola palabra, pero en su corazón juzgan y condenan a los demás. Esos pueden considerarse como unos que hablan sin parar”.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 163)