Las tres etapas del amor en el Espíritu de Cristo
La oración incensante con el bendito nombre: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, según la exhortación de San Pablo: “Orad sin cesar”, obra el milagro de la unión en el amor de aquello que ha sido dividido por el pecado.
El milagro de la armonización de las fuerzas del alma, enemistadas por causa del pecado, no es posible sino en el nombre de Dios.
La oración incensante con el bendito nombre: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, según la exhortación de San Pablo: “Orad sin cesar”, obra el milagro de la unión en el amor de aquello que ha sido dividido por el pecado. El amor inclina la libertad como en una balanza.
“Tanto amó Dios al mundo que dio a Su Hijo Único, para que quien crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3, 16). Este amor es más grande que el amor con el que creó al mundo. Esta vez, los límites de ese amor fueron quitados y este nació en el mundo, en la persona de Jesús, trayendo la chispa del Cielo al corazón de los hombres.
El amor en el Espíritu de Cristo se manifiesta en tres edades:
1. En el amor al prójimo como a ti mismo (Mateo 19, 19);
2. En el amor que va más allá del amor a ti mismo, es decir, el amor a los enemigos (Mateo 5, 44);
3. En el amor como sacrificio por los demás (Juan 15, 13).
Todos los cristianos están obligados a alcanzar la medida del amor a los enemigos, para poder salvarse, en tanto que son muy pocos los que llegan a la última edad del amor.
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca mare îndrumător de suflete din secolul XX, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2002, pp. 101-102)