Palabras de espiritualidad

Las veinte bienaventuranzas de San Paisos del Monte Athos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Bienaventurados quienes aman a Cristo más que a todas las cosas de este mundo, viviendo lejos de éste pero cerca de Dios.

1. Bienaventurados quienes aman a Cristo más que a todas las cosas de este mundo, viviendo lejos de éste pero cerca de Dios, y participando ya en esta vida de las alegrías del Paraíso.

2. Bienaventurados quienes han conseguido vivir en la soledad y el anonimato y, obteniendo así grandes virtudes, no han buscado la más ínfima notoriedad.

3. Bienaventurados quienes han sido llamados “locos por Cristo”, por conservar su riqueza espiritual.

4. Bienaventurados quienes no predican el Evangelio con palabras, sino con su forma de vida y su silencio, porque la Gracia de Dios es Quien les hace manifiestos.

5. Bienaventurados quienes se alegran cuando son acusados injustamente, y no cuando son elogiados —con razón— por sus virtudes. Este es un auténtico signo de santidad y no la árida austeridad que, si no se practica con humildad y con el propósito de dejar atrás al hombre viejo, crea sólo sentimientos falsos.

6. Bienaventurados quienes prefieren sufrir la injusticia, antes que ser injustos con los demás, aceptándola con serenidad y en silencio, demostrando que creen en “Un solo Dios, Padre Todopodoeroso” y que esperan ser justificados por Él, no por los hombres, librándose con esto de cualquier altivez.

7. Bienaventurados los que, habiendo nacido con alguna incapacidad o habiéndosela producido en algún percance, no se lamentan ni se quejan, sino que alaban a Dios. Éstos tendrán el mejor lugar en el Cielo, junto a los mártires, quienes, por amor a Cristo, ofrendaron sus manos y piernas, haciéndose dignos, hoy, de besar con devoción Sus Santos pies y manos.

8. Bienaventurados esos que son despreciados por no ser agraciados físicamente, porque, si alaban a Dios y no se quejan, obtendrán el lugar más bello del Paraíso.

9. Bienaventuradas son las viudas que se han vestido de negro en esta vida, aún sin hacer de esto ostentación, viviendo una vida blanca y exaltando al Señor sin murmurar, y no esas otras que se visten de colores y llevan una vida de pecado.

10. Bienaventurados y tres veces dichosos los huérfanos que, careciendo del afecto paterno, han considerado a Dios su Padre ya desde esta vida, sumando, además, el amor de sus padres en la “banca” que Él tiene en los Cielos,

11. Bienaventurados los padres que no utilizan la palabra “no” con sus hijos, sino que les contienen de obrar mal con su propio y santo ejemplo, mismo que los pequeños imitan, siguiendo a Cristo con toda nobleza espiritual.

12. Bienaventurados los niños que han nacido ya santos “desde el vientre de sus madres”, pero aún más dichosos son esos que, habiendo heredado incontables iniquidades, se han esforzado en apartarlas, alcanzando el Reino de los Cielos “con el sudor de su frente” [1].

13. Bienaventurados aquellos que desde pequeños crecieron en un ambiente devoto y, así, sin esfuerzo, han avanzado en la vida espiritual. Pero tres veces más dichosos esos que nunca fueron ayudados en alcanzar la virtud, sino que, al contrario, fueron empujados al mal, pero al conocer a Cristo han dado un giro total a su vida, poniéndoles alas a sus almas para escapar de la esfera de atracción del mundo y elevarse a otra órbita, espiritual.

14. Las personas suelen envidiar a los astronautas, porque pueden explorar el espacio, la luna. Sin embargo, verdaderamente dichosos son los santificados de Cristo, que pueden “elevarse” hasta los Cielos y alcanzar a Dios, sin más combustile que un simple pedacito de pan.

15. Bienaventurados esos que bendicen a Dios por la luna que les ilumina y alumbra su camino por la noche. Sin embargo, más dichosos aún son quienes han entendido que la luz de la luna no proviene de ella misma y que su propia luz espiritual no nace de ellos mismos, sino de Dios. Porque lo creado, trátese un espejo, un pedazo de cristal o la tapa de un tarro, si la luz del sol no le alcanza, no podría brillar.

16. Las personas llaman "afortunados" a los que viven en palacios de cristal, entre todo tipo de comodidades. No obstante, más felices son esos que han conseguido simplificar su vida, librándose de las ataduras del “progreso” y el confort (que nos complican más la existencia), sorteando así el desasosiego de la vida moderna.

17. Las personan llaman "afortunados" a los que son capaces de “tener éxito” en este mundo. Pero ciertamente dichosos son esos que dan todo por Cristo y, aún carentes de todo afecto humano, se hallan siempre a Su lado. Estos se gozan de Su consuelo divino, muchas veces tan grande, que no les queda sino exclamar: “Dios mío, ¿cómo abarcar Tu amor, siendo tan grande y mi corazón tan pequeño?”.

18. Las personas llaman "afortunados" a los que alcanzan los puestos más importantes y viven en las mejores casas, porque parecen tener un mejor nivel de vida. Pero más dichosos son esos que apenas tiene un nidito para vivir, alimentarse y vestirse, de acuerdo a lo que dice San Pablo [2]. Con esto se han librado de llenarse de toda la vacuidad del mundo, utilizando la tierra sólo como apoyo para sus pasos, cual hijos de Dios, manteniendo la mente siempre en Él, su Buen Padre.

19. Venturosos parecen ser esos que llegan a ser generales y ministros, así como venturosos se sienten los que se embriagan. Pero verdaderamente bienaventurados son esos que han vencido al hombre viejo que vivía en su interior, haciéndose inmateriales y convirtiéndose, con la ayuda del Espíritu Santo, en ángeles terrenales. Es como si hubieran encontrado una espita paradisíaca de la cual pueden beber permanentemente del vino espiritual.

20. Bienaventurados los que han nacido dementes, porque en ese estado serán juzgados y entrarán al Paraíso sin pasaporte. Pero más dichosos son esos que, siendo sabios, se vuelven locos por Cristo, burlándose de la trivialidad del mundo. Esa locura por Cristo es más valiosa que toda la ciencia y sabiduría de todos los eruditos del mundo.

Con amor en Cristo,

Su hermano, el monje Paisos

[1] Génesis  3, 19

[2] I Timoteo 6, 8

(Traducido de: Sfântul Cuvios Paisie Aghioritul, Epistole, Editura Evanghelismos, Bucureşti, 2005)