Palabras de espiritualidad

Llamando al Señor durante todo el día

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Translation and adaptation:

Lo importante es hacerlo constantemente, esforzándonos en clamar desde el corazón y haciendo que las palabras broten de su mismo centro.

Es necesario que durante todo el día clamemos al Señor, desde el fondo del corazón, con frases cortas, de acuerdo a las necesidades de nuestra alma y las demás circunstancias de que nos rodeen. Por ejemplo, cuando empecemos a hacer algo, digamos: “¡Bendíceme, Señor!”. Al terminar, “¡Gloria a Ti, Señor!”. Y no sólo con la lengua, sino también con el corazón. ¿Nos ataca alguna pasión? Digamos: “¡Sálvame, Señor, que muero!”. ¿Nos aniega la oscuridad de los pensamientos perturbadores? Clamemos: “¡Saca de el encierro a mi alma, Señor!”. ¿Nos incita el pecado a obrar lo que no debemos? Oremos: “¡Enséñame, Señor, a seguir el camino!” o “¡No dejes que mis pies me lleven a la confusión!”. ¿Nos agobia el peso de los pecados y caemos en la desesperanza? Exclamemos, como el publicano: “¡Apíadate de mí, Señor, que soy un pecador!”. Esto es lo que debemos hacer a cada instante de nuestra vida. O, simplemente y con frecuencia: “¡Señor, ten piedad! Soberana nuestra y Madre de Dios, apiádate de mí! ¡Ángel de Dios, mi santo custodio, protégeme!”. Podemos utilizar otras palabras semejantes; lo importante es hacerlo constantemente, esforzándonos en clamar desde el corazón y haciendo que las palabras broten de su mismo centro.

Si hacemos esto, podremos elevarmos con la mente y el corazón hacia Dios, volviendo a Él, y manteniéndonos en oración permanente. Y esto es el diálogo de la mente con Dos.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Știința rugăciunii, Editura Sophia, p. 55-56)