Lo principal no es hacer las cosas mejor que los demás
Confía en el Amor. Suceda lo que suceda, tu Amigo desea tu bien. Ningún sacrificio es inútil, aunque el mundo diga lo contrario. El sacrificio es la más noble actitud humana
Cuando alguien te señale, no respondas, no te muevas, más bien pregúntate si en realidad no mereces el reproche sufrido. Si es justificado, agradécele a quien te riñe. Si es injustificado, cambia de conversación, sin mostrarte perturbado. Esta actitud tuya tendrá un efecto inesperado. Si te resulta difícil contenerte, acuérdate del sufrimiento de Cristo, de Su agonía y de Su injusta crucifixión. Si tu sublime Amigo, la perfección misma, fue crucificado, ¿cómo podrías protestar cuando alguien te hace alguna observación, por injusta que sea? Sufre como Él. ¿Sufres de la rivalidad de otros? Pero es que también tú mismo eres rival para otros. Analízate detenidamente, ¿es que no has deseado alguna vez que desaparezca aquel que está en el camino de tus intereses? ¿Has trabajado siempre por el bien general o por el de tu propio egoísmo? ¿Lo ves? También tú eres capaz de experimentar ese sentimiento de rivalidad. ¿Nunca has pensado que todos tenemos el mismo camino común, el de la perfección? El deseo de ser mejores que los demás y hacer mejor las cosas, con tal de ser apreciados, es un tributo que pagamos al orgullo. Lo principal no es hacer las cosas mejor que los demás, sino en hacer lo que haces con honestidad, sin preocuparte por lo que hagan los demás. Hay que recordar que cada uno responderá únicamente por sí mismo, cuando venga el Juicio de Dios.
Confía en el Amor. Suceda lo que suceda, tu Amigo desea tu bien. Ningún sacrificio es inútil, aunque el mundo diga lo contrario. El sacrificio es la más noble actitud humana. Cristo alzó el sacrificio al nivel de la Divinidad. Actualmente, Dios nos pide sacrificar nuestro orgullo y nuestro egoísmo. En unos tiempos en los que creer en Dios ya no implica una persecución salvaje, demostraremos el valor de nuestra fe —ante quienes no tienen ninguna clase de fe—, solamente por medio de nuestra abnegación diaria, nuestro comportamiento y nuestra disposición.
(Traducido de: Georges Barbarin, Hristos, Prietenul clipelor de grea încercare, Editura Bizantină, Bucureşti, p. 58-59)