Lo que puede esconderse detrás de una “inocente” invitación a beber
Tomó el vaso con su mano izquierda y con la derecha hizo la Señal de la Cruz sobre él. En ese mismo instante, el vaso se partió en dos ante los ojos de los presentes y todo el vino se derramó sobre el suelo.
El padre Jacobo respetaba rigurosamente las normas del ascetismo. Un día festivo, algunos de sus amigos, monjes también, le ofrecieron un vaso de vino después de comer, en la bodega del comedor, llamada “spolokanis”, pero el padre rechazó la invitación. Ellos insistieron, pero él repitió cortésmente que prefería no beber vino. Entonces, los demás lo acusaron de ser orgulloso. Finalmente, el humilde padre, que era muy correcto en todo lo referente a las reglas de la vida monacal, para demostrarles que tanta insistencia tenía su origen en el mismísimo demonio, tomó el vaso con su mano izquierda y con la derecha hizo la Señal de la Cruz sobre él. En ese mismo instante, el vaso se partió en dos ante los ojos de los presentes y todo el vino se derramó sobre el suelo. El padre Jacobo les explicó que, cuando todos estaban tratando de convencerlo para que bebiera el vino, pudo ver al demonio dentro del vaso, riéndose con malicia. Y fue entonces cuando entendió que el maligno era quien se escondía detrás de la aparente bondad de los otros.
(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, p. 190)