Lo que todo cristiano debe entender de su paso por esta vida
Cuando el cristiano, concluyendo su peregrinación por este mundo, llega a la Patria que está en lo alto, todos los moradores celestiales, es decir, los ángeles y los santos se llenan de júbilo.
Cuando el viajero vuelve a casa, sus parientes y sus amigos se alegran y le dan la bienvenida. Del mismo modo, cuando el cristiano, concluyendo su peregrinación por este mundo, llega a la Patria celestial, todos los moradores celestiales, es decir, los ángeles y los santos se llenan de júbilo. Al volver a su país y a su hogar, el viajero se siente seguro y se sosiega. Del mismo modo, el cristiano, al llegar a la Patria celestial, se siente seguro y pierde todo temor, se goza y se regocija en una perfecta felicidad.
Entonces, hermanos cristianos, debemos entender lo siguiente:
1) Nuestra vida en este mundo no es otra cosa que un destierro, como dice el Señor: “Vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes” (Levítico 25, 23).
2) Nuestra Patria no es la de este mundo, sino la que está en los Cielos, y para ella fuimos creados, renovados con el Bautismo y llamados por medio de la Palabra divina.
3) Nosotros, los que hemos sido llamados a las bondades celestiales, no debemos ambicionar ni aferrarnos a las cosas del mundo, a excepción de lo que es absolutamente necesario, como el alimento, nuestra vestimenta, una casa, etc.
4) El cristiano que vive en este mundo no desea nada más que la vida eterna, “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6, 21).
5) Quien quiera salvarse, debe desasir su corazón de las cosas terrenales.
6) Para aquel que busque en esta vida cómo enriquecerse y recibir la honra de los demás, el mundo —y no el Cielo— será su patria, lo cual lo llevará a extraviarse, cosa que podrá entender claramente cuando muera.
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Comoară duhovnicească, din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, p. 73)