Lo que viene a la mente al contemplar lo creado
¿Nos presentamos ante este inmenso y variado taller de la creación divina? ¿Volvemos nuestra mente a los remotos tiempos en los que todo fue creado?
Nosotros, a quienes el Señor, el Todopoderoso y Maestro, nos ha llamado para mostrarnos Sus obras, ¿acaso nos preparamos para verlas, o dudamos en escuchar las palabras del Espíritu? ¿Somos capaces de ver la belleza del universo? ¿Nos presentamos ante este inmenso y variado taller de la creación divina? ¿Volvemos nuestra mente a los remotos tiempos en los que todo fue creado?
Si así lo hacemos, veremos el cielo sereno, de acuerdo a las palabras del profeta, como una bóveda (Isaías 40, 22), y la tierra sin márgenes. Sin límites en su tamaño y peso, cimentado en sí mismo. El aire, abundante en todas partes, suave y flexible por su propia naturaleza, alimentando la respiración de todos, pero que, gracias a su simplicidad, se aparta ante aquello que se mueve. Y lo rodea por todas partes, para no convertirse en obstáculo para aquellos que caminan. Viene detrás de quienes lo cortan y se asienta con facilidad a su alrededor. Luego veremos el agua, buena para beber y nutritiva por esencia, puesta a nuestro servicio también para otros propósitos, acumulada con buen juicio en los lugares especialmente dispuestos para ello, de acuerdo a las palabras de la Escritua.
(Traducido de: Sfântul Vasile cel Mare, Omilii la Hexaemeron, Editura IBMBOR, Bucureşti, 1986, p. 110-111)