Los anillos de boda, símbolos de amor y fidelidad
Por un lado, los novios se hacen un juramento recíproco y, por el otro, tal promesa se celebra frente a Dios y en Su nombre, adquiriendo un carácter espiritual y santo.
El rito de la bendición y entrega de los anillos tiene lugar en la primera parte de la ceremonia del Matrimonio, constituyendo el acto fundamental de este oficio litúrgico. Después de la pequeña bendición, la recitación de la gran letanía y la segunda oración, el sacerdote toma los anillos y dice tres veces, dirigiéndose primero al novio: “El siervo de Dios N., se compromete con la sierva de Dios N., en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. A pronunciar el nombre del novio, le toca la frente con el anillo; de igual manera, pronunciando el nombre de la novia, toca su frente con el anillo, para después tocar la frente del novio otra vez. Luego, diciendo. “En el nombre del Padre...”, hace la Señal de la Cruz sobre el rostro del joven y después de darle el anillo para que lo bese, se lo coloca en el dedo anular de la mano derecha. De la misma forma procede al colocarle el anillo a la novia.
Las fórmulas pronunciadas por el sacerdote constatan un hecho consumado a partir de este momento. Por un lado, los novios se hacen un juramento recíproco y, por el otro, tal promesa se celebra frente a Dios y en Su nombre, adquiriendo un carácter espiritual y santo.
Los anillos son, en primer lugar, símbolos de unión y garantía de fidelidad; en muchas historias bíblicas, el anillo es símbolo de poder (Génesis 41, 42) y honra (Lucas 15, 22). Usualmente, el anillo tiene un grabado que refrenda solemnemente un compromiso, estableciendo con firmeza un estado de las cosas o una determinación que habrá de permanecer inalterable (Ester 8, 8; Sabiduría 2, 5; Daniel 6, 18).
El intercambio de anillos significa el consentimiento y el compromiso recíproco entre los novios, y su fidelidad. Demuestra, además, la pertenencia del uno al otro y su entrega, además de la disposición de dar y compartir todos sus bienes materiales y espirituales. Simboliza, asimismo, que ambos cónyuges están obligados a ayudarse y apoyarse, y la riqueza mutua que habrá de ofrecerles su amor. Concluyendo: los anillos son muestra de lo espiritual de la vida que se prometen pasar juntos. Con esto se refuerza esa interpretación que afirma que ambos cónyuges son, el uno para el otro, lo que Cristo es para la Iglesia y la Iglesia para Cristo.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Viața sacramentală, Editura Basilica, București, 2015, pp. 345-346)