Palabras de espiritualidad

Los beneficios de la confesión frecuente

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

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El que se confiesa con frecuencia, cuando recuerda que le falta poco para hacerlo nuevamente, aunque repentinamente sintiera el deseo de pecar, se detiene, pensando en la vergüenza que habrá de pasar al confesarse y la reprimenda que ha de recibir por parte de su padre espiritual.

Así como un árbol que es cambiado varias veces de lugar no consigue echar sus raíces profundamente en ningún sitio, así también los malos hábitos y la tendencia a pecar no logran enraizarse en el corazón del que se confiesa con frecuencia. Dicho de otra manera, así como un árbol grande y viejo no puede ser derribado de un sólo golpe, así también un mal hábito o una vieja tendencia al pecado, puede ser eliminada tan sólo con una profunda contrición —mostrada al arrepentirse y al confesarse— y a través de la oración de absolución del padre espiritual.

El que se confiesa con frecuencia sabe analizar fácilmente su conciencia y conoce el número de sus pecados, ya que, aligérandose a menudo con la confesión, son pocos y reconocibles los que han quedado en su corazón; también por eso le resulta fácil acordarse de ellos. Al contrario, el que no se confiesa con frecuencia, acumulando muchos pecados, son pocos los que recuerda con detalle, si es que algún trazo de ellos guarda en su conciencia; además, al dejarlos sin confesar, permanecen también sin perdonar. Esos pecados se los recordará el maligno al momento de morir, y lo hará con tal fuerza, que al hombre no le quedará sino estremecerse de muerte y llorar por su error, aunque ya será inútil, porque en ese momento la confesión ya no es posible.

La confesión frecuente tiene también este último propósito: disuadir a los hombres del pecado. Porque el que se confiesa con frecuencia, cuando recuerda que le falta poco para hacerlo nuevamente, aunque repentinamente sienta el deseo de pecar, se detiene, pensando en la vergüenza que habrá de pasar al confesarse y la reprimenda que ha de recibir por parte de su padre espiritual.

(Traducido de: Sfântul Grigorie Dascălul, Sfătuire foarte frumoasă despre spovedanie, Editura Egumenița, pp. 94-95, p. 97)

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