Palabras de espiritualidad

Los distintos estados en el camino del cristiano

  • Foto: Adrian Sarbu

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La experiencia milenaria, transmitida de generación en generación, dice que, cuando Dios observa la fe del hombre que persevera por Él, como la de Job, lo levanta sobre abismos y cumbres, inaccesibles para otros.

El camino del cristiano se presenta así:

Al comienzo, Dios atrae al hombre por medio de Su Gracia. Después de esto, empieza un largo período de prueba. Se pone a prueba la libertad del hombre y su confianza en Dios, misma que es sometida a un duro examen.

Al comienzo, las peticiones a Dios, grandes o pequeñas —incluso los ruegos que apenas alcanzan a ser enunciados—, son cumplidas a menudo por Él, de forma pronta y admirable.

Sin embargo, cuando viene el período de prueba, todo se transforma y pareciera que el Cielo se ha cerrado y que Dios hace oídos sordos a cualquier petición. Para el cristiano fervoroso, todo en su vida tiene lugar con trabajo. El comportamiento de los demás para con él cambia, volviéndose denigrante, porque dejan de respetarlo. Lo que permiten a otros, no se lo permiten a él; le disminuyen el salario que recibe, su cuerpo mismo es presa fácil para las enfermedades. La naturaleza, los hombres… todo pareciera estar en contra suya.

A pesar de que sus carismas naturales no son menores que los de los demás, no encuentra las condiciones favorables para utilizarlos. Asimismo, sufre incontables ataques por parte de las fuerzas del demonio, y el punto culminante de esto es la terrible tristeza que le causa el abandono de lo divino. Entonces, su sufrimiento (πάθος) llega a su punto máximo, porque el hombre completo recibe heridas en todos los planos de su existencia.

¿Dios abandona al hombre? ¿Es eso posible?

Y, con todo, en vez de un sentimiento de cercanía con Dios, lo que viene al alma del hombre es un sentimiento de que Él es infinito, inaccesible, lejano, más allá del mundo astral, razón por la cual todos los llamados que le hacemos se pierden en la inmensidad del mundo espacial. El alma intensifica su clamor interior hacia Él, pero todavía no recibe ningún auxilio, ni siquiera una muestra de atención por parte de Dios. Y todo se vuelve una pesada carga.

Si el homnree logra algo con su trabajo, es después de mucha perseverancia y sacrificio. La vida se llena de tormentos y en el hombre nace el sentimiento de que sobre él han caído la maldición y la ira de Dios.

Pero, habiendo superado todas esas pruebas, verá cómo la maravillosa Providencia Divina le ha cuidado atentamente en todos los aspectos de su vida.

La experiencia milenaria, transmitida de generación en generación, dice que, cuando Dios observa la fe del hombre que persevera por Él, como la de Job, lo levanta sobre abismos y cumbres, inaccesibles para otros.

Mientras más grande y fuerte es la fe y la confianza del hombre en Dios, más grande es la medida de las pruebas, al igual que la experiencia obtenida, misma que puede ser verdaderamente cuantiosa.

Y entonces se le muestra claramente que ha llegado a los límites que el hombre no puede sobrepasar.